Hola!! En este bello atardecer me dieron ganas de seguir con el segmento: Historia del Maquillaje!
Ya llegamos a 1930 / 1939 , que lo disfruten!
En la tercera década, el maquillaje fue más realista y abandonó la teatralidad del pasado.
El objetivo era destacar la belleza y convertir, aún a las chicas de pueblo, al estilo de las estrellas. La corriente naturalista que puso de moda los deportes al aire libre y las comidas bajas en calorías trajo como consecuencia los colores de la naturaleza y las líneas de cosméticos antialérgicos.
En teoría, adecuarse al ideal de belleza vigente en los años treinta no era excesivamente complicado: la mujer debía tener un aspecto atlético, natural y cuidado, además de estar morena. Esta nueva mujer sabía que la auténtica belleza estaba en el interior y, por eso, daba mucha importancia a llevar una vida natural, seguir una dieta equilibrada y pasar mucho tiempo al aire libre.
El maquillaje artificial de los años veinte se consideraba vulgar y primaba la llamada apariencia individual. Los productos indispensables para conseguirla eran los siguientes: lápiz para perfilar las cejas, cuidadosamente depiladas, hasta darles la forma de un semicírculo; sombra de ojos dorada o plateada, en ocasiones combinada con los habituales azul, marrón o violeta; rímel o si era necesario, pestañas postizas o vaselina para que los ojos brillen; colorete para las mejillas, ya no formando manchas redondas sino difuminado; para la boca, un perfilador de labios y un pequeño pincel para aplicar a los labios un color rojo carmín intenso. En ocasiones también se utilizaban falsos lunares.
En cuanto al cabello, se llevaba algo más largo – como mínimo, media melena – y se peinaba cuidadosamente en ondas que partían de la frente. El color de moda era el rubio, y por sobre todo el rubio platino, ya que era el color que más brillo daba en las pantallas por el reflejo de las luces y combinaba tan bien con los trajes de noche brillantes en color perla o champagne.
Fue la llamada “época dorada” de Hollywood. Todas imitaban a las estrellas de cine.
El rostro debía ser de una limpieza transparente, como el que lucían las estrellas, aunque, claro está, en Hollywood se recurría a trucos de luz y maquillaje que no estaban al alcance de las mujeres normales.
Por este motivo, cuando se supo que muchas actrices debían su tono de piel «natural» al fondo de maquillaje de Max Factor, sus rendidas admiradoras no descansaron hasta que, a partir del año 1938, pudieron comprar aquel maquillaje compacto. Para que los labios de los actores no se vieran secos Factor inventó el brillo para labios y para quitar el brillo de la piel creó su famosa base de maquillaje «Pancake». Finalmente, para que no quedaran dudas sobre sus creaciones, el maquillador los promocionó con las fotografías de Joan Crawford, Jean Harlow y Claudette Colbert.
Guerlain encargó la decoración de su salón al artista Christian Berard y cada cabina llevaba el nombre de un perfume. En 1935 los hermanos Westmore decidieron poner sus secretos de maquillaje para las divas de Hollywood al alcance del público y abrieron un salón con teléfonos blancos que tenía como clientas a la duquesa de Windsor y a Dolores del Río.
También en 1932 los hermanos Revson se especializaron en esmaltes para uñas y formaron la empresa Revlon. Aparecieron los esmaltes en colores excénticos: verde, rojo sangre, violeta y negro.
«La belleza no es un don, sino una cuestión de costumbre», dijo Germaine Monteil, que había fundado una empresa de cosméticos en 1935 y se esforzaba por inculcar a sus clientas que no bastaba con maquillarse. Según ella, el ritual debía completarse con una limpieza a fondo y una crema para el día y otra para la noche. Otras casas lanzaron al mercado cremas antiarrugas enriquecidas con estrógenos o vitaminas. Evidentemente, se esperaba que las mujeres aprovecharan todas estas posibilidades y, además, mantuvieran su cuerpo en forma con cualquier tipo de deporte. Como puede verse, este discurso suena tan moderno que podría aplicarse perfectamente a nuestros días.
Efectivamente, tanto entonces como ahora regía el principio de que la belleza puede estar al alcance de cualquiera, idea que Hollywood se encargaba de demostrar al convertir de la noche a la mañana actrices de provincia en rutilantes estrellas. Los magos que lo hacían posible eran los maquilladores y su función era conseguir que cualquier rostro femenino se adaptase al ideal griego de un óvalo. Su labor era manipular la luz y las sombras de tal manera que todo rostro, a la luz de los focos, pareciera el de una escultura clásica. La mujer de la calle intentaba, para alegría de las empresas de cosméticos, acercarse a ese ideal.
Y aunque se hablaba mucho de la importancia de la personalidad, el hecho era que todo, incluída la alta costura, seguía siendo patrimonio de una pequeña elite. El pueblo tomaba las películas como modelo e intentaba copiar el estilo que propugnaban los estudios cinematográficos, desde el peinado al calzado, sin olvidar todo lo demás. Sin dudas, Hollywood marcó la tendencia de esta época.
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Hasta la próxima!
me encanta esta época!
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Entonces va dedicada para vos Agus!!!
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